Capítulo XIII (tercera parte)
–Por favor,
Emil, ¡sólo un capítulo más!
–No Rosa, seguiremos mañana. Ahora debes
descansar: además, ya te has divertido demasiado por un día.
–Sí, es una pena
que tu Carta Astral diga que serás Chef y no Cantante ¡Está privando al Reino
de muchas risas! Te lo suplico, sólo medio capítulo… Piensa que, aunque no me
lo leas, eso no significa que vaya a poder dormir.
–Seguro que sí podrás; estos días lo has
hecho, ¡y muy profundamente, por cierto!
Un pitido alertó
a Rosa de la recepción de un mensaje en el móvil de su amigo.
–Espera un
segundo, acaba de entrar un SMS.
–Léelo, hazme el favor. Es muy tarde, así que
debe ser importante.
Rosa entró en el buzón del teléfono y encontró unos
cuantos mensajes nuevos, recibidos mientras Sinclair le cantaba a todo pulmón,
y todos de parte de sus compañeros: “Tiens noticias d Rosa?” preguntaba
Canella; “Sabs si mañana ira a clase? La xtraño muxo!” decía Pippi en otro.
“Sinclair, si sabs algo d Rosa, llamanos, ok?” le ordenaba Demian, en su tónica
habitual. “Llevo 1 hora esperando a que te conectes. Alguna noticia de nuestra
amiga?” insistía Cindy, después de otros cuatro mensajes pidiéndole a Emil que
entrara en el chat habitual de la
clase.
–¡Todos han
escrito para preguntarte por mí! –exclamó Rosa, cuya actuación (según el
desafortunado comentario del Príncipe) quizás no le había merecido aplausos,
pero sí la preocupación de sus más íntimos amigos.
–Claro, ellos sabían que pasaría a verte
después de clases. Como el portón de Grimm se cierra a las ocho y ya no se abre
más hasta la mañana siguiente, temían no regresar a tiempo a la Residencia si
se decidían a acompañarme.
Y de nuevo, el
sonido de recepción de un mensaje. En este caso era de Iván.
“Sinclair, ¿ya
has llegado a tu casa, verdad? Estoy cuidando a Rosa; convencí a las Enfermeras
y a la Guardia Real para que me permitieran quedarme en su habitación. Se
encuentra bien; los Doctores dicen que sólo fue un susto a causa del estrés.
Diles a todos que pasaré la noche con ella. Me alegra que hayas venido a verla
esta tarde. Saludos”.
–Emil, tengo que
dejarte. Muchas gracias por todo.
–Vaya, pues, ¡de nada! Descansa mucho, Rosa,
y nos vemos mañana…
La chica colgó
la llamada y fue a donde estaba la Top
Model convaleciente, dejándose llevar por la intuición; al lado, sobre una
silla, estaba su enorme bolso de cuero…, y algo parecía llamarla desde ahí. Lo
abrió procurando no hacer ruido y tanteó el interior hasta encontrar lo que
buscaba: un pequeño frasco oscuro, rotulado únicamente con la letra “Z”. Tenía
la tapa perforada por el pinchazo de una aguja.
Rosa se miró las manos y
encontró una marca idéntica en su dedo índice. Era diminuta, pero rotunda: como
un punto y aparte.
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