Capítulo XXIV (segunda parte)
“¿Qué debo hacer? Si dejo que todo siga su curso, mañana podré operarme, el
espectáculo de esta noche transcurrirá con normalidad, Geppetto irá a buscar a
Bella, la Cenicero
se comprará un vestido horroroso y yo podré estar a solas con Sapito, que es el
único capaz de hacerme sentir bien en estos momentos”.
“¿Pero qué clase de Hada sería entonces? Una capaz de defraudar a su mejor
amiga y de dejar de lado a quienes más la necesitan. ¿Es esa la vida que quiero
llevar, una donde mis sueños sean los únicos que se hagan realidad?”
Tonight, Tonight, de Smashing Pumpkins
El equipo radiofónico de Pushkin saltó automáticamente a la siguiente
canción, y Azul se puso en pie después de haber permanecido de cuclillas en un
rincón de su despacho. “Lo más justo sería que, después de todo el trabajo que
me ha costado, mañana pudiera operarme…, pero no podría vivir con la conciencia
tranquila; tendría la imagen de ese niño evenki chirriando sin cesar como un
grillo en mi cabeza”.
“Si soy un Hada, más me vale comenzar a comportarme como tal”. Azul salió de
la habitación y corrió frente a la fachada de El Caldero de Oro hasta llegar a
la otra puerta trasera, que llevaba a su camerino y en la que no había necesidad
de llave.
“Mañana podría lucir auténticas alas de mariposa… ¿Y de qué me servirían,
si cuando tuve que volar a por Bella decidí quedarme sentada?”.
En su habitación todo estaba preparado para el plan original. Pero Azul no
se puso el vestido de gala, ni la peluca, ni la mochila; en cambio buscó en la
maleta las bolsas con el dinero para la operación, se lo distribuyó entre los
bolsillos de la ropa y volvió a salir del Caldero, veloz como el viento con el
que compartía nombre.
“Podría pasar la tarde con Sapito en mi camerino, y quizás descubriría en
sus brazos lo que se siente ser querida por lo que una es en realidad. Pero no
merezco ese cariño, no mientras sea a costa de traicionar a mi mejor amiga y de
engañar al chico. La Cenicero
no necesita un vestido elegante para estar radiante esta noche: tan sólo
precisa de un Hada madrina a su lado”.
Azul corrió a través de la Travesía del Arcoíris tan rápido como pudo. Quizás
aún estuviese a tiempo de entregarle el dinero a Geppetto y de buscar a Bella
en el hospital…, aún sabiendo que, mientras tanto, Sapito se cansaría de
esperarla. Finalmente estaba haciendo lo correcto, aunque eso jamás sería un
consuelo; a fin de cuentas, se había tirado por la borda cuando sólo faltaba un
día para arribar a su destino.
“Espero volver antes de la media noche para cantar una última vez junto a
Rubí y a Esmeralda. ¡Es lo único que pido!”
Pero el plan de Rosa no incluía un concierto exitoso, ni los aplausos del
público, ni altas de hospital, ni reconciliaciones, ni amigos, ni niños de
Evenkia, ni chicos que se convierten en Hadas…, sino una Escorpio despechada, un
Padre irascible en camino y a la Guardia Real al acecho de terroristas.
Los ingredientes de la venganza estaban servidos. Eran todos de primera calidad,
y Rosa los había mezclado con minuciosidad. Se habían horneado con paciencia y
decorado con una gruesa capa da maldad. La tarta que ya iba en camino, cargada
por Aurora y por la chica de pelo rosa, no era un postre, sino el plato
principal –servido frío, claro está– de la última cena del Hada Azul y el
Príncipe Iván.
Comentarios
"The more you change the less you feel", queda perfecta la canción con el momento.
Me gustaría que a Rosa le resultasen mal sus planes y que a Iván lo pateara un toro jaja
Sólo eso.